La pornografía a través de Internet daña significativamente a un niño. Los padres harán muy bien en controlar los accesos de su hijo a las páginas que la exhiben, pero la medida será ineficaz si no son capaces de explicar al niño por qué ver pornografía desde su móvil le perjudica y, por tanto, no debería hacerlo.
No basta con que los padres establezcan unas barreras domésticas “legales”; tienen que formar a su hijo para que él mismo sepa qué debe hacer, qué es bueno y por qué, qué es malo y su porqué, y decida libre y personalmente hacer lo que es bueno porque quiere hacerlo.
Y los adultos ¿están libres de problemas? ¿Pueden los adultos hacer un uso indiscriminado de Internet? Desde luego que no. Los adultos pueden tener más formación y eso les ayuda a ejercitar mejor su libertad. Pero, por muy adultos que sean, pueden hacer mal uso de su libertad. Por esa razón, lo que se predica aquí para los menores, puede aplicarse a los adultos, salvando las distancias oportunas.
La moral no es una colección de prohibiciones y mandatos caprichosos, sino una guía que, teniendo en cuenta nuestra naturaleza, nuestra dignidad de personas, nos señala lo bueno, lo que nos perfecciona y nos conduce a la felicidad. El hecho de que la ley permita vender alcohol a los adultos no convierte en bueno cualquier consumo de alcohol por parte de un adulto. No todo lo legal es moral, como no todo lo inmoral es ilegal.
Claro que... en muchos casos, mandan las leyes económicas.
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