Todo el mundo lo hace, pero vivir no siempre es tan fácil. Nos cuesta todo nuestro esfuerzo, a razón de 24 horas por día.
Claro que como la vida es un evento 24x7, que no admite interrupción, no le concedemos demasiada importancia y presuponemos que el 24x7 se amplía automáticamente a 365x24x7 y así podríamos extendernos en la serie temporal.
Esto es lo que parece, pero todos sabemos que realmente no es así, porque aun inconscientemente aprendemos de manera natural que ninguna biografía tiene discontinuidades topológicas: todas se expresan en un único segmento continuado, si bien acotado por una frontera.
Lo que les pasa a nuestras vidas ocurre necesariamente a todo aquello que cargamos sobre ellas. Nos hemos acostumbrado a unos modos de vida -modernos, decimos ahora- que incorporan herramientas, tecnologías o usos totalmente inconcebibles en otras épocas (no hace tanto de ello) pero que inhieren de tal modo en nuestra actividad que no podemos ni imaginar cómo hemos sido capaces de llegar hasta el momento actual sin ellas.
Es como si el móvil, la tableta o Internet fueran nuevos apéndices con los que ahora nacemos. Y, en cierto modo, así puede parecer. Pero no es del todo cierto, porque el móvil, la tableta o Internet generan en nosotros una dependencia externa. En casos extremos, una fuerte adicción.
Las dependencias siempre generan ansiedades y, cuando no se pueden controlar, frustraciones.
Cuando estamos en posesión de aquello que satisface nuestro inmediato deseo, parece como si reposáramos en un estado de calma, pero siempre se asoma a nuestra intimidad una duda en forma de corazonada: ¿qué pasaría si tuviera que dejar de satisfacer esa necesidad que ahora tengo cubierta?
Plantearse esta pregunta, intentar resolverla con sinceridad y gestionar sobriamente sus comprometedoras consecuencias nos empuja a iniciar un camino que nos induce un cierto grado de madurez.
Con motivo de algunas discontinuidades de servicio nos planteamos que hasta hace poco nos parecía que sin WhatsApp no podríamos vivir porque, tautológicamente hablando, de hecho no podríamos vivir. Sin embargo, hemos descubierto que lo que resolvía parte de nuestra vida no era WhatsApp sino el significado en nuestras vidas de lo que representa la mensajería instantánea. Y aquello que era un servicio 24x7 ha revelado su auténtica realidad y casi ha producido una quiebra en nuestras vidas. Pero, también ha puesto de relevancia otros servicios alternativos semejantes con sus ventajas e inconvenientes y nos ha hecho comprender que lo importante no son los servicios de la vida sino la vida misma.
Si usas prudentemente los servicios tecnológicos pronto descubrirás que apagar el móvil de vez en cuando te proporcionará muchas otras ventajas.
Y desde aquí te propongo que abandones esa obesidad digital y sigas una dieta de adelgazamiento tecnológico, al menos, para sobreponerte a tus tan incontroladas como incontrolables dependencias.____________________
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