A pesar de estar inmersos en un ecosistema digital basado en redes sociales, que se ha venido a llamar Web 2.0, se atisba una cierta reacción que pone bajo sospecha este nuevo modo de acceso a la información que inducen las redes sociales, que lejos de ser exclusivo de alternativos y snobs, se ha hecho cultura.
Según Wikipedia, la nomofobia es el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. El término, que es una abreviatura de la expresión inglesa "no-mobile-phone phobia", y fue acuñado durante un estudio realizado por la Oficina de Correos del Reino Unido encargado al instituto demoscópico YouGov para estimar la ansiedad que sufren los usuarios de teléfonos móviles.
Los datos del estudio
El estudio se llevó a cabo en Reino Unido en 2011 y contó con una muestra de 2.163 personas, revelando que casi el 53% de los usuarios de teléfonos móviles en el Reino Unido siente ansiedad cuando "pierden su teléfono móvil, se les agota la batería o el crédito, o no tienen cobertura de red".De acuerdo con el estudio, alrededor del 58% de hombres y el 48% de mujeres sufre de la fobia, y un 9% adicional se siente estresado cuando sus móviles están apagados.
La investigación también ha demostrado que los niveles de estrés de una persona con nomofobia son equiparables con los que se tienen el día antes de la boda o de la visita al dentista.
Respecto de las razones para que la ansiedad se manifestase, el 55% afirmó que era por el hecho de estar "aislado" de las posibles llamadas o mensajes de familiares y amigos, mientras que un escaso 10% afirmó que la causa era su trabajo, ya que le exigía estar conectado permanentemente.
Fobias producidas por carencias tecnológicas
De manera análoga, podríamos definir una "noFacefobia" o una "noTweetfobia".Nos hemos acostumbrado -especialmente los más jóvenes- a sustituir las conversaciones por "Retweet", los asentimientos por "Me Gusta", los contenidos informativos por hipervínculos, etc. De hecho, apenas leemos lo que recibimos, incluso aunque nos guste su potencial contenido. Como mucho, leemos titulares y ni siquiera todos. Valoramos el contenido, que ignoramos, por la ocurrencia de quien lo tituló.
Todo esto genera un estado de ansiedad que puede provocar fobias. Porque lo importante ya no es tanto qué me cuentan las redes sociales (el contenido, objetivo del usuario), sino la relación de comunicación en sí (el medio, objetivo del proveedor tecnológico): nuestro interés queda desplazado por el del proveedor de la red social, es decir, se intuye una cierta falta de libertad en beneficio de otro tanto de colectivización.
Es como si se hubieran sustituido las personas por individuos y las relaciones personales por meros impactos informativos.
Por ello, y sin despreciar en absoluto la nueva tecnología, hay quien considera que estos elementos, llevados al extremo constituyen unos fuertes distractores de la atención y pueden relajar la capacidad de esfuerzo para realizar tareas concretas, ya que este queda repartido en la pura gestión de tareas (tasks dispatcher).
No importa tanto lo que hagas como el hecho de hacer en sí mismo. Todo un voluntarismo. No es un buen camino.
Y, entonces, ¿qué hacemos?
A los que aún disfrutamos del placer de leer un libro en papel, esto se nos hace evidente. Aunque la lectura en papel sea ahora considerada tan antiecológica. Insisto, es un placer.
Pero, no es necesaria la lectura en papel: la batalla no se presenta contra los medios técnicos sino en el hábito de inconstancia generado por el picoteo de la Web 2.0: lo importante -a mi juicio- es el hábito de lectura y que éste invite a la reflexión.
Por eso el lema de la imagen que me hizo pensar me parece genial.
Lea, salga de pobre: menos face y más book.
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La Ilustración trajo consigo la idea del progreso ilimitado y el prestigio de la velocidad, de lo cambiante; la modernidad hizo de la vida un proceso en devenir. Los media —redes sociales, móviles, etc.— han ido más allá: permiten surfear, es decir, acceder a la realidad —o a su mera apariencia— de manera superficial, alocada, sin cuidado; de un modo irreverente quizás.
ResponderEliminarLa sociedad actual se ha instalado en un exceso cinético, y que reflejan muy bien unos versos de Rilke: «Cabalgar, cabalgar, cabalgar. Y el alma se ha cansado tanto y el ansia es tan grande. Ya no hay montañas, apenas un árbol. Sobran los ojos». Irreverencia y desconsideración: un mundo de usar y tirar.