Siguiendo este criterio, la verdad aparece siempre objetiva, puesto que es la realidad. Ahora bien, ¿puedo conocer la realidad tal y cómo es? Es más, ¿puedo tener alguna certeza de que lo que conozco de la realidad es auténticamente verdadero?
Si no apoyamos la correlación entre verdad y realidad se corre el importante riesgo de caer en el escepticismo, en el que se duda filosóficamente de que la verdad pueda ser conocida por un sujeto. Esta duda es razonable si la realidad permaneciera oculta a nuestro conocimiento, es decir, no le fuera aplicable ninguna epistemología. Sin embargo, si partimos del hecho de que la realidad mantiene una estructura cognoscible, entonces la realidad cognoscible –externa a mí- es lo que llamaré verdad.
A partir de aquí, podré afirmar que mi conocimiento es verdadero si se da una correlación estrecha entre la realidad y lo que conozco de ella. Si tomamos de esta manera la verdad, entonces ésta es única y no podemos hablar de mi verdad o tu verdad: sino de la verdad, que es la realidad en cuanto cognoscible.
No obstante, el sujeto tiene algo que decir y la historia de la Filosofía así lo ha demostrado.
Efectivamente cada sujeto conoce la verdad que encierra la realidad que le circunda de acuerdo con diversos factores que son subjetivos: el mismo sujeto, el contexto en que se conoce, la cultura, otros elementos sociales, etc.
Entonces, ¿por qué no podemos hablar de mi verdad y de tu verdad? La razón es tan precisa como profunda, pero en ningún caso sencilla: puedo referirme a distintos conocimientos de la misma y única verdad. Si dos sujetos difieren en su apreciación de una misma realidad, no es porque la realidad sea múltiple y dirimible, sino que el conocimiento que tienen de la misma es enriquecedoramente diverso por la acción de esos factores subjetivos o contextuales.
Por tanto, lo que un sujeto puede afirmar es que él percibe o piensa la realidad de un modo que puede diferir de la percepción de otro: la realidad –totalmente objetiva y externa- no cambia, es única; la percepción de la misma, sí. Y, este es justo el punto en donde subyace la posibilidad de error.
La confusión de verdad y conocimiento conduce necesariamente al relativismo, que expresa la verdad según los parámetros del sujeto que la conoce, abandonando una descripción de la realidad –descripción subjetiva- que toma como referencia las percepciones subjetivas, los distintos enfoques, los contextos sociales o culturales, etc.
El relativismo cognitivo alienta el diálogo pues hace concesiones a la disparidad de criterios de múltiples sujetos, pero sacrifica la conexión del conocimiento con la realidad, lo que impide el acceso a la verdad objetiva.
Obviamente, esta discusión se dinamiza sobre esa estrecha fistula que se establece entre la Lógica y la Ontología, es decir, que dependerá de cómo se tome la realidad, pero no debe afectar al método de conocimiento: mucho menos aún al método científico.
El escepticismo que el relativismo promueve no es el de la duda metódica de Descartes, que es una cuestión de método, sino que procede de una duda ontológica, pudiendo negar, incluso, que la realidad pueda ser cognoscible, además de simplemente percibida.
Claro que este avance, plantea nuevas cuestiones: ¿existe exclusivamente la realidad que puede ser percibida?, ¿toda realidad es percibida?, ¿todo lo percibido es real?, ¿cómo sé que lo que conozco tiene un fundamento real? No podemos decir, que la epistemología no nos planteará asuntos de interés.
Y en este blog de reflexión tecnológico, planteo una sibilina pregunta: ¿La Técnica es una ciencia? ¿La Tecnología es una ciencia?, o lo que es más agudo:¿Diferencias Técnica y Tecnología?
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