Esta pieza de museo medía más de 15 metros de largo por casi 2,5 de alto y 60 centímetros de ancho. El "dispositivo" pesaba aproximadamente 5 toneladas.
La primera programadora que utilizó Mark I y que propició la aplicación de los programas compiladores en el desarrollo de los lenguajes de programación fue Grace Murray Hopper, científica especializada en Matemáticas y Física, militar (contralmirante) y pionera en el mundo de la Informática, sobre todo porque Grace nació en 1906.
Mrs. Hopper ideó la utilización de un lenguaje de órdenes semejante al natural, expresadas en lengua inglesa, para programar los ordenadores de la época como aplicativos para los negocios: había puesto las bases para la creación del lenguaje COBOL.
El primer "bug" o error informático del que se tiene constancia data de 1945. En el centro de cálculo de la Universidad de Harvard, tratando de averiguar cuál podría ser la causa de un fallo en otro supercomputador de la época, el Mark II, Grace descubrió que se debía a una polilla que había quedado presa entre los contactos de uno de sus relés. En su cuaderno de incidencias, Grace anotó "First actual case of bug being found" ("Primer caso real de bicho que se ha hallado"). De ahí el nombre de "bug" que reciben los fallos informáticos, término que no suele traducirse a otros idiomas por considerarse una palabra técnica. Nuestro personaje no se conformó con bautizar el concepto, además fijó en una página del cuaderno de registro al inoportuno lepidóptero.
Este es el primer bug, ¿y el último, cuál es el último?
Hace pocos días leía en la revista PYMES, una entrevista a Xavier Ribas, abogado especializado en nuevas tecnologías, socio de Ribas y Asociados que el articulista titulaba "Los empleados roban cada vez más datos de sus empresas".
Uno de los puntos en los que incide Ribas es que todavía existe una falta de sensibilización hacia todo lo que significa seguridad en el entorno laboral. Las normas de seguridad se ven más como un obstáculo que como una ayuda en la continuidad del negocio.
Frecuentemente -aunque no siempre- los empleados no violan la seguridad conscientemente, sino por falta de formación o de conocimiento de las normas de seguridad de las instalaciones corporativas. Otras veces, los niveles directivos o técnicos no tienen suficiente fuerza como para hacerse valer o tienen miedo a disminuir el rendimiento productivo.
Afirma Ribas que la jurisprudencia permite registrar los ordenadores de los trabajadores y realizar búsquedas del rastro que dejan las informaciones que reciben o envían. Y aquí, viene el problema: ¿qué pasa cuando los equipos y servicios de comunicación que utilizan en el ámbito laboral no son propiedad corporativa, sino que son propiedad del trabajador? Porque esto es lo que está ocurriendo actualmente en muchas empresas: los trabajadores manejan información empresarial a través de sus móviles, tabletas o portátiles. ¿Quién puede controlar entonces la comisión de delitos, las fugas de información o los espionajes entre empresas? Los administradores de sistemas pueden actuar en los equipos de los que son responsables, pero no en los que no son propiedad corporativa.
Las comunicaciones móviles tampoco se puede controlar puesto que la movilidad hace que estas transmisiones se hagan directamente sobre redes públicas de datos que exceden la capacidad de control de los sistemas BYOD (Bring Your Own Device). ¿Quién puede controlar que el gestor de ventas de una empresa se lleve o no la base de datos de clientes en sus correrías comerciales a la caza de potenciales clientes?
Por tanto, mucho cuidado: la proliferación de la movilidad informática es muy cómoda y puede llevar a productividades elevadas, pero abre nuevos problemas que aún están por resolver.
¡Vaya, esto sí es un bug de muchos más pares de alas que el infeliz insecto de Grace M. Hopper!
Actualmente la polilla de la anécdota, junto con la hoja de anotaciones, está expuesta en el museo Naval Surface Warfare Center Computer de Dahlgren, en Virginia, USA.
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Hola, gran post e interesante debate. En mi opinión, en la era de la información y del K-worker o trabajador del conocimiento, es inútil poner barreras a la información. Yo diría que tenemos que invertir nuestro esfuerzo en fomentar la confianza y bienestar de nuestros trabajadores y colaboradores para que simplemente no tengan interés o necesidad de jugárnosla. Lo digo escuchando el nuevo single de Lunáti-k, el cual ellos mismos acaban de compartir en Facebook para que todos podamos disfrutarlo. Saludos
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