lunes, 30 de junio de 2014

Cuando lo gratuito se hace perverso

Hace pocos días publicaba Kaspersky, una de las compañías de seguridad informática más importantes a nivel mundial, un estudio personalizado sobre los contenidos no deseados más populares entre los menores.

Datos relevantes del estudio

El estudio registra una estadística de uso del control parental de sus productos de protección en España, por tanto, revela datos muy fiables sobre cuáles son las intenciones de acceso de los menores españoles.

El control parental de Kaspersky gestiona, entre otras, categorías de acceso como pornografía, violencia, drogas o software ilegal. El resultado del estudio es muy significativo porque el 40% de las visitas de niños españoles (realmente, usuarios controlados por un control parental) iban dirigidas a contenidos web clasificados como pornográficos, mientras que los intentos de acceso a software ilegal representan un 24%.
¿Esto es mucho o es poco? En mi opinión, es demasiado.

Si comparamos con otros países europeos, en España estamos en accesos a la pornografía por debajo del resto de Europa occidental, que se sitúa 10 puntos por encima (50%). Aunque lo más significativo es que el acceso a software pirata no alcanza en Europa occidental el 6% frente al 24% español, lo que significa una proporción del 400% de intentos de software ilegal en España con respecto de la media en Inglaterra, Alemania, Francia e Italia.
Si los accesos a la pornografía nos parecían muy significativos, los del acceso al software ilegal son descomunales.

¿Cómo podemos explicar esto?

El acceso a páginas eróticas o pornográficas se puede explicar -no justificar- fácilmente por las tendencias concupiscibles de cualquier ser humano, sobre todo si está especialmente despierto en esas edades adolescentes en donde se tiene toda la pasión y disminuidas las defensas. La adolescencia se sitúa más o menos de la misma manera en el proceso evolutivo de cualquier persona, por eso la transversalidad de los datos por países viene a ser más o menos equivalente.

Sin embargo, la explicación de la abundancia exagerada de intentos de acceso al software ilegal en España con respecto del resto de la Europa occidental es mucho más prolija: en parte se alimenta de las costumbres generadas por la cultura de lo gratis y en parte por el atractivo reto de no tener que pagar por nada, aunque sea a fuerza de saltar por encima de la ley.
En cualquiera de los dos casos, la génesis es un problema educativo.

Es importante proteger al menor de contenidos no deseables, pero en el caso del software ilegal, conociendo que -aunque no necesariamente- frecuentemente su descarga viene infectada de malware, el riesgo para la seguridad del menor es extremo puesto que significa la apertura a todo un mundo de delincuencia, por ejemplo, a través del ciberacoso.

Además del problema semántico que entraña el término "free" en inglés, que se puede traducir al español como "gratis" o como "libre",  se añade una nueva confusión ya dentro de nuestro idioma, porque gratis puede predicarse de lo que carece de precio, de lo que carece de valor y por eso tiene precio cero o también puede indicar que aunque tenga valor y precio, lo puedo conseguir de balde: no es que el objeto sea gratuito en sí, sino que yo lo consigo gratis.

En cualquiera de los casos, se identifican gratis con ausencia de valor o bien gratis con reto para saltarme un pago: todo un desafío para la educación del menor y una perversión de lo gratuito.
Y ahora mi pregunta: ¿sólo del menor?

¿Quieres leer más sobre otras perversiones?

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Alfredo Abad Domingo.
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1 comentario:

  1. Solo el necio confunde valor y precio. Gratis no es igual a libre ni a despreciable.

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