viernes, 1 de febrero de 2013

De mayor, quiero ser Amy Martin

Vaya lío. Es para ello, pero lo que más sorprende es que se haya hecho tanto ruido, cuando ya estamos acostumbrados a los destellos de la pólvora pirotécnica. Resulta que Amy no es Amy, es Irene; ni es Martin, es Zoe Alameda: ¡qué desilusión!

Para no ser una persona física, no desmerecen los recursos obtenidos. De novela. Y, luego, dicen que en España no somos creativos. Pensé que el vicio nacional era el orgullo, pero parece que hemos evolucionado: ahora es el ingenio, la picardía para sustanciar el propio interés.
Llevamos años, muchos años, en que nos bombardean por todos los medios proyectiles que contienen la siguiente idea: "todo lo legal es moral", de hecho sabemos que es moral porque lo dice la ley. Por tanto, la Ética está regida por el poder legislativo: solo lo que la ley acepta es éticamente aceptable y lo que la ley condena es moralmente inaceptable.

Extraigo ahora de un artículo de prensa un flash informativo de la agencia EFE:
Madrid, 24 ene (EFE).- La portavoz del PSOE en el Congreso, Soraya Rodríguez, ha reprobado hoy la actuación "inmoral y éticamente reprobable" que condujo ayer al cese "fulminante" del director de la Fundación Ideas, Carlos Mulas, porque, a su juicio, las contrataciones además de legales deben ser "morales y éticas".
Una vez que el escándalo sale a la luz pública, ahora resulta que no, que las contrataciones no solo deben ser legales, sino que además tienen que ser "morales y éticas".
Vivíamos engañados hasta ahora: resulta que la ley no es el patrón único de interpretación moral. O sea, reconocemos públicamente que no todo lo legal es necesariamente moral, es decir, que el poder legislativo puede convertir en normativa la inmoralidad: ¡qué desilusión de Ley!
A este modo de proceder en que la ley construye la realidad se le ha venido denominando desde hace muchos años "positivismo jurídico".

No debemos llevarnos las manos a la cabeza. Cuando la ley no se fundamenta en la realidad -sino que pretende construirla- la ley puede pervertir su función y construye realidades de ficción, como la de Amy Martin.
Los que nos dedicamos a la seguridad de la información sabemos -de sobra- que, por ejemplo, la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD), es incumplible. Esto no quiere decir -nada más lejos- que no haya que cumplirla, lo que sí afirmo es que se dan situaciones "reales" que impiden su aplicación efectiva, básicamente porque la ley no está construida sobre la realidad, sino que pretende construirla.

Por ejemplo, imaginemos la siguiente situación real como la vida misma. Una persona es sancionada por error como culpable de la comisión de una infracción de la ley. Un boletín oficial publica la sanción administrativa o penal. Este boletín es publicado en un formato susceptible de ser certificado digitalmente para asegurar la integridad del documento, por ejemplo en formato pdf certificado.
Pasado un tiempo, el sancionado recurre ante la justicia y gana un recurso ante los tribunales, consiguiendo que el juez dicte un auto que revoque la sanción junto con los efectos causados desde el error administrativo. El juez puede haber dictaminado que esa publicación oficial certificada cancele la sanción para no dañar la fama del erróneamente sancionado.
Es decir, que por una parte la publicación oficial debe ser pública, de hecho la publicación del boletín es lo que hace que las normas contenidas en él entren en vigor. Pero, por otra parte el juez (o la LOPD) requieren  que una parte del boletín (la publicación de la sanción) quede eliminada del boletín. Claro que la tecnología pdf certificada impide que el documento original se altere y, si se altera, entonces no puede conservar su integridad, que era el objeto de su certificación digital. ¿A que es incumplible?

Estas situaciones se pueden producir con  mayor frecuencia si se hayan inmersas en una legislación sobrenormativa, como es el caso de muchos países, por ejemplo en España.

Parece que lo interesante es que la ley debe ser educida de la realidad y con la misión de regularla, no al revés, dejando un cierto margen de libertad para el sentido común, que es una de las características que debieran ser más importantes en un juez: no todo lo legal es moral como no todo lo moral es legal.

La ley es un signo que indica la realidad y, por tanto, debe guardar relación con su significado, de lo contrario, las leyes no son más que señales de tráfico de la conducta.

Ahora resulta que no es que le Ética estuviera regida por el poder legislativo, sino que el poder legislativo ha sido el señor totalitario de la Ética.
Atendiendo al sentido didáctico de la ley, podemos exigir que el contenido normativo indique al ciudadano qué está bien y qué no, pero no porque lo diga la ley sino porque la ley está construida de acuerdo con una ética basada en la realidad: en lo que las cosas, las personas y sus relaciones son.

Así que, ¿de qué nos escandalizamos en el caso Amy Martin? Era legal. Sin embargo, a todos nos ha dejado un cierto regusto al considerar que en esa "legalidad" había algo muy profundo que no funcionaba y que olía a inmoral.

No ha hecho falta ninguna ley que potenciara ese olor a podrido para experimentar náuseas aun sin saber dónde se hallaba la putrefacción.
Ese sustrato común que todos compartimos y que grita a la conciencia individual de cada uno se llama naturaleza humana, que puede que no exista -muchos lo niegan- pero sabemos que vocifera.

 Claro que, mientras que no se corrijan las leyes y atendiendo a los beneficios obtenidos, he decidido que cuando sea mayor, además de jubilado sin pensión -como muchos otros- yo también querré ser Amy Martin. Los fuegos de artificios no se ocupan de la ética sino de la estética.
El explosivo pirotécnico era pólvora mojada. 

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Alfredo Abad Domingo.
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